
No sé si eran del G8 o del G20.
Allí estaban, con sus maletines, con sus valijas, con sus pasaportes de ciudadanos del mundo.
No supe si iban o venían.
Impertérritos, dejaban pasar el tiempo. Total, no tenían nada que perder.
En algún lugar relucían los cócteles, flameaban las banderas, se extendían las alfombras.
Nuestros hombres se mantuvieron al pie del aeroplano, del pequeño Ford.
Sin guardaespaldas, sin policías, sin palabras de bienvenida. Por no tener, no tenían ni prisa ni jet lag. Bien creían que entre ellos y unos pocos más, el mundo caminaba a su son.
Pasó el tiempo y cayó la noche. La ciudad los rodeó, fría y oscura. Las banderas volaron con las alfombras, los cócteles perdieron el brillo.
Los tres siguieron allí, ni siquiera miraron alrededor, el mundo cambia pero no ellos, sólo creen en sí mismos y en la certeza de su poder. Me han dicho que aún esperan.
Los diplomáticos, 1939
Peter Purves Smith
Galería Nacional de Australia
Camberra