viernes, 12 de diciembre de 2025

Incógnita


Mi hermanita y yo nunca habíamos pasado una Navidad tan triste. Nos dijo Tita, la vecina, que mamá viajó al cielo sin tiempo a despedirse. Y que a papá se lo llevaron unos ángeles disfrazados de policías, para que no los reconocieran al entrar en el portal. 

Ahora estamos con otros niños en una casa desconocida, esperando que papá o mamá vengan a recogernos. O mejor, que vengan los dichosos ángeles, eso sí estaría bien.




Microrrelato publicado en el Colectivo Internacional de Minificción, acerca del tema del mes, la Navidad.


Texto y foto, Virginia

Ruego

 

Esqueleto que trajo el viento, 

¿no sabes que esperan por ti, lagartos, 

sarantontones, escarabajos y mariposas? 

Haz un esfuerzo, 

contempla el cielo y las nubes, 

recuerda a Lázaro y levántate.



Texto y foto, Virginia


sábado, 29 de noviembre de 2025

Mutis


 Sale dejando la puerta bien cerrada. 

Cruza la luz y las sombras, 

pasa bajo el arco y se esfuma de la escena. 

Ya no podrá regresar.




Texto y foto, Virginia 

domingo, 23 de noviembre de 2025

Abrí el buzón y ¡oh, maravilla! Un sobre con remite de Almería.
Sí, lo prometido me llegó. Un libro que celebra los 25 años del Café-Pub La Parada (en el centro de la ciudad) con fotos en b/n y textos de escritores como Luis G. Montero, Karmelo Iribarren, Jorge Guillén, Amalia Bautista, Baudelaire, Gómez de la Serna, Neruda, García Lorca, todos relacionados con el mudo de los bares y la bebida.
En medio de unos Grandes y otros aún más Grandes, un microrrelato mío perteneciente a "99 Variaciones en torno a la barra", publicado hace un par de años en la prestigiosa revista Litoral.
Si digo agradecida, es muy poco, pero tampoco sabría otra palabra para expresar mi satisfacción. Pero he de insistir, sí.
Gracias al equipo de La Parada y por supuesto, a A. L. por pensar en mí, un honor muy estimulante.






miércoles, 19 de noviembre de 2025

Visión


Érase que se era un pueblo encantado. Los niños jugaban a deslizarse por los tejados, cayendo sobre suelos algodonosos. Las mujeres pintaban puertas y ventanas con los colores del arco iris, y perros, gatos y pájaros de todas clases dormían juntos. En las calles brotaban jazmines, madreselvas, caléndulas, rododendros, sin que nadie las cuidara. Los ocasos eran dorados y los amaneceres, violetas con trazos rojos. Al mar cercano se le veía el fondo tan cristalinamente como si fuera el río Umngot.

Una mañana, los habitantes despertaron y no vieron nada de todo eso. Había sido producto de un sueño. 

Mi sueño.




 Texto y foto, Virginia

martes, 11 de noviembre de 2025

Marvao

 

Como un águila en sus dominios, así se posa Marvao sobre el farallón. No vuela, ni caza, ni atisba una presa. No, ni falta que le hace. Allá arriba la villa nos ve recorrer los adarves y el castillo, las callecitas adoquinadas (blancas y negras, claro, es portuguesa), las plazas recoletas.

Una señora barre el portal y recoge nueces del pequeño jardín, un anciano con bastón cruza bajo el arco. Obreros inmigrantes trabajan en una esquina mientras algunos forasteros se embelesan con el pueblo.





 

Poco más, pero tanto.

Con restos romanos muy cerca, y, posteriormente, refugio de Ibn Marwan (fundador de la ciudad de Badajoz) a finales del s. IX, el lugar nos admira por su apacible pulcritud.

Tiempo después pasó al reino portugués, luego al español, para acabar definitivamente (en 1299) siendo parte de la nación lusa, gracias al rey Dinis I, insigne gobernante y sustentador manifiesto de la identidad portuguesa.





 


Recorremos el lugar, comemos bacalao, acariciamos un gato (nunca faltan los gatos) y dejamos el lugar con la satisfacción que seguramente tenga un águila controlando sus territorios inexpugnables, cerca del cielo puro y azul, tan agradecido de que exista un lugar como Marvao.









Texto y fotos, Virginia

sábado, 1 de noviembre de 2025

Permanencia

 

En el silencio del olvido

aún vibra el rumor de lo cotidiano.




Texto y foto, Virginia