jueves, 15 de agosto de 2019

VOCES XXXIX






Recaló más atrás un medio tolete aguanajado que decía vivir arribita’l risco. Ende que lo capisquiamos, ya la chiquillada sabía que era un echadillo pa’lante. Que si el padre tenía un fotingo, que si la madre unos abanadores traídos de Filipinas, que si el abuelo unas angarillas de los camellos. Pa’ no cansarlos, era un rebenque muy curro, pero de pocas luces.

A veces alguien le decía: “El que mucho abraca, poco atraca” y se quedaba mirando pa’ los celajes, sin entender. Debía ser de sitio alejado porque si nos oía frases como: “’¡Tengo un jilorio!”, “No seas alegador”, “Mira que eres malageitado”, “Ahí viene la alpispilla esa” o cosas por el estilo, quedábase parado un intre, en el intento de traducirnos.

Un día vino algo esbáido, como apalastrado, aboyado por una comilona en un ventorrillo de las fiestas, según nos dijo. Pa’ nosotros tendría andancio, porque en un par de días apareció como nuevo, con el terno de los domingos y presumiendo de novianca, alongado a los callejones de tanto en tanto por verla aparecer. 
Por fortuna, no duró mucho, arrancó la caña y a estas alturas no sabemos qué vuelta cogió, ¡menudo palanquín el mequetrefe!


Texto y foto, Virginia