Si alguna vez has sufrido un desamor, te reconfortará visitar el Museo de la Relaciones Rotas de Zagreb. Viendo tantos casos de todas
partes del mundo, un desamor más (el mío, el tuyo, el nuestro, el de casi
todos) se hace pequeño y pasa desapercibido.
Creado por una pareja separada y vuelta a unir amistosamente,
comenzó de forma itinerante en 2006 y muestra un abanico tierno, triste y
divertido del final de muchas relaciones de distintas partes del mundo.
Nos recibe un enanito. Estuvo en el jardín de una pareja
hasta que un día cayó desde la verja hasta el parabrisas del ex, que venía “en
un auto nuevo, arrogante, superficial y sin corazón.”
Al lado de una lupa se cuenta que “se la dio como recuerdo cuando la dejé.
Nunca entendí por qué me dio una lupa y nunca me lo explicó, pero siempre decía
que se sentía 'pequeña' cuando estaba cerca de mí”
La nota que explica la presencia de
un hacha dice que sirvió para romper todos los muebles que habían adquirido
juntos, cuando un miembro de la pareja se fue con otra persona.
Ropa interior, traje de novia, cartas, postales, fotos, una
galleta de genjibre, un frisbee, una zapatilla de tacón, una protésis de una
pierna de un paciente que se enamoró de su enfermera, un transistor, una caja
de palomitas, unos zarcillos.
Numerosos objetos donados como muestra colaborativa de que el
amor llega, sí, pero también se va, dejándonos cosas, detalles, momentos que
odiamos o veneramos, según sea, y que algunos han contribuido a formar este
original museo, en pleno centro de Zagreb, entre la coqueta iglesia de San
Marcos, de artístico tejado, y la torre Lotrscak, desde donde se dispara una
salva todos los mediodías.
Un cañonazo fogoso y sonoro, también fugaz como puede ser el
amor.
Texto y fotos, Virginia