domingo, 11 de agosto de 2019

Altruismo y enseñanza




Enfrente de la fachada principal de la catedral de León, una hermosa casa de tres plantas aloja la Fundación Sierra-Pambley, emocionante sorpresa para quienes, como yo, hemos dedicado la mayor parte de nuestra vida a la enseñanza.
No conocía nada de este proyecto hasta que llegué a la ciudad y lo visité dos veces, impresionada por la labor filantrópica de un terrateniente de finales del s. XIX, que dedicó su riqueza a la educación del campesinado.



Francisco Fernández Blanco y Sierra Pambley (1827-1915), era de familia ilustrada, extensas propiedades, ideas  progresistas y amigo  de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza, como fueron Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo Azcárate y Manuel Bartolomé Cossío.
Influenciado por sus ideas, dedicó su patrimonio a una obra altruista que buscaba el desarrollo educativo de campesinos y obreros, fundando escuelas (la primera fue en Villablino, 1886) para niños y niñas  allá donde la situación era muy precaria, empezando en la zona que mejor conocía y donde tenía sus propiedades, tanto en pueblos de León como de Zamora.




Según indica la propia Fundación: “Aunque cada escuela tenía su propio Reglamento, fueron características comunes a todas  las escuelas: la gratuidad de la enseñanza,  y la gratuidad de los  medios y material de enseñanza, la procedencia de los alumnos que fueran naturales de la zona de influencia de la escuela, la edad, el examen de ingreso  en el que se determina el nivel de conocimientos   y en igualdad de condiciones se opta por los más desfavorecidos. Había también instaurado un sistema de  premios o incentivos en el que se pagaba a los alumnos una cantidad mensual y se becaba a los mejores estudiantes para proseguir estudios.”
No se utilizaban libros de texto, sí de consulta, se propiciaba el diálogo y la conversación, la lectura, los experimentos, las excursiones, el museo escolar. Láminas, grabados, medios audiovisuales traídos del extranjero y el uso de una biblioteca bien surtida eran algo cotidiano.



Don Paco, como lo llamaban cariñosamente en León, fue según reza una placa, “un pródigo sembrador de Escuelas”, en tiempos en los que estudiar estaba reservado a muy pocos. Un modelo de pensamiento y actuación pedagógica que aún ahora es plenamente válido.

Me habría encantado ser maestra en alguna de estas escuelas, aunque ya no estuviera aquí para contarlo.

Texto y fotos, Virginia
Foto del promotor sacada de leonoticias, marzo 2015