-¡Pa’ jacer parigüetas y coger andoriñas si estás presto,
pero pa´ los mandados de la casa, te gastas una pachorra que baje Dios y lo
vea! Con que no me seas jaquecoso y alóngate hasta el chorro a ver si trae
bastante agua, que con tanta chapotina debe cargar la suya, a no ser que con
las dulas de los vecinos no venga sino un fisco… ¡y no te vayas a espichar en
el caño roto, que estás siempre amuermado y sin sangre en las venas!
Pobre mujer, esta era la cantinela daria con el galletón de
su hijo, tortolín y medio culichiche. Como le gustaba jociquiar de aquí pa´llá,
un día se majó un dedo –bien rentito a la uña- por asomarse al ventanillo de la
vecina; otra vez se enfonducó en el estercolero yendo tras un perenquén. Y en
la última, queriendo golifiar más de la cuenta, se empericosó en una chimenea y
cayó como un leño sobre el tejado de la pretendienta, menos mal que con los
góngaros floridos ni daño se hizo.
Texto y fotos, Virgi