Murió la taleguita del pan, aquel bolsito de muselina bordado
a mano, que decía: “PAN”, como si hubiera que explicar que no era para cebollas,
papas, vino o lechugas.
Ahora, mejor una sencilla arqueta de metal, una caja de
caudales callejera, sin contraseña, con explicación visual, casi de nuevas
tecnologías. Su techito por si acaso y un letrero para leer a distancia, no
vaya la panadera a colgarlo del pomo de la puerta. Murió el bolso del pan de mi
infancia, pero que no nos falte el pan de cada día.
Y que no sea por falta de explicaciones.
Texto y foto, Virgi