Si bajas un día el Barranco de Guarimiar, vete despacio.
Será
una buena forma de saborear los escalones que descienden entre casas con
naranjeros y limoneros, la vereda entre bancales estrechos, unos con papas,
bubangos o calabazas, otros medio abandonados. Las palmeras cariñosas al borde
del primer tramo del camino; algunas incluso coquetas, que se tuercen y se
acercan, para luego alejarse, sabedoras de que su destino no es el caminante.
Si bajas un día el Barranco de Guarimiar, tómate tu tiempo, o
mejor, su tiempo, el de las piedras bien calzadas, los muros en las orillas,
las casitas derruidas. Tómate el tiempo de quienes labraron un sendero de
vértigo por el sitio justo, sorteando diques, farallones, grietas, repechos,
tobas de colores, profundidades de infarto. Observa las coladas en el risco de
enfrente, las oquedades misteriosas, los prismas basálticos a punto de volar, los
pinos que se alejan según bajamos, el canal que llevó agua de Benchijigua hasta
Antoncojo, hoy invadido de tierra y hierbajos.
Si bajas un día el Barranco de Guarimiar, párate cuando veas
un cernícalo planeando, un cuervo en el almendrero, un cazar de perdices que
huyen al oír tus pasos, con ese sonido de motor renqueante al levantar el
vuelo.
No te pierdas la vista de Imada en lo alto, así que mira de vez en
cuando hacia atrás, sin miedo a que te hagas de sal. Verás el caserío rutilante
al sol de la mañana, abriéndose a la vida, con turistas y campesinos bajo los
majestuosos Roques, pitones fonolíticos que nos relatan la vida volcánica de La
Gomera.
Si bajas un día el Barranco de Guarimiar, vete despacio, alóngate
sin miedo al precipicio, está bien protegido, descuida. No verás el fondo, pero
te deslumbrará una vez más el poderío de la naturaleza, la fuerza telúrica de
la que venimos, la atmósfera majestuosa que quita el aliento.
Si bajas el Barranco de Guarimiar, vete despacio. Es lo que
mismamente haré yo, pues seguro me perdí muchas cosas sobre las que ahora
no puedo aconsejarte.
Texto y fotos, Virgi
Enero 2018