El templo de Bhandasar,
considerado el edifico más antiguo de Bikaner, al norte del Rajasthan, fue
erigido a principios del s. XVI por los creyentes del jainismo, un grupo muy
reconocido en la India, portadores de una religiosidad antigua y estricta y
extremadamente respetuosa con el mundo animal. También con eficaces fuentes de
riqueza, poseen infinidad de construcciones regadas por el país, todas de una
hermosura inconcebible, sean templos grandes como el de Ranakpur (1444 columnas
de mármol, todas distintas), los diminutos y laberínticos de Jaisalmer o el
pequeño pero lujoso de Phaloti con mármol de Carrara, cristales de Bélgica,
imágenes de China.
El de Bhandasar está en un
arrabal de la ciudad -otrora poderosa por su situación en la ruta de las
caravanas-, rodeado de calles polvorientas, vacas de ojos inmensos, basura por
doquier, y se alza sobre un pequeño promontorio que salvamos subiendo unos
pocos escalones y pasando bajo una pequeña cúpula sostenida por cuatro pilares.
Nada por fuera anuncia la
belleza del interior.
Anonada el lujoso colorido,
las imágenes sensuales como acabadas de colocar, la suave textura de paredes y
columnas, el relato de batallas en lo alto, viñetas con cientos de personajes,
y sus veinticuatro tirthankaras o maestros protegiendo el recinto.
Nos enteramos luego que en su
elaboración, en vez de agua para preparar el mortero, se usaron 40.000 kilos de
mantequilla de búfala lo que contribuye
a darle un brillo untuoso que semeja recién hecho.
Dicen los lugareños que en
días de calor extremo, las paredes exudan un sutil líquido cremoso, y
ciertamente, habremos de creerlo, viendo el velo transparente, antiguo y joven,
que, como una piel protectora cubre el templo, milagrosamente indemne entre el
caos que lo rodea.
Texto y fotos, Virginia