Uno de nuestros intereses en la
ciudad de Jaipur era visitar Jantar Mantar, el observatorio astronómico
construido por el maharajá Sawai
Jai Singh II a principios del s. XVIII. Debió ser este gobernante, además de
riquísimo como todos los de su época, un personaje ilustrado, pues la dedicación
que puso en esta obra muestra un interés y unos conocimientos que asombran a
cualquier visitante y deleitan a los amantes del cielo. Ya había demostrado sus
inquietudes unos años antes con la creación de la ciudad, proponiendo un
trazado impensable para esos tiempos, de manzanas regulares, calles anchas con
aceras, grandes puertas en las murallas que la rodean. Construida según la
novena parte de un mandala, también eran nueve -o sus múltiplos- algunos
elementos de la ciudad, como el número de planetas conocidos.
El
observatorio consta de unas quince edificaciones o gnomones, que permiten
calcular horas, solsticios, alineación de planetas, altitud de cuerpos celestes
y otras numerosas posibilidades. Todas las construcciones se ubican en un gran
patio, que, visto desde lo alto parece un parque de esculturas geométricas, una
instalación moderna con trescientos años, un escenario de algún cuadro de De
Chirico.
Otros preciosos son dos
cavidades semiesféricas, Jai Prakash
Yantra, donde se refleja el mapa celeste, recubiertas de mármol. Alucina
que cada una de ellas sea el negativo de la otra y que dispongan de asientos
para observar el cielo, mientras se estudia con estos mapas.
Gigantescos astrolabios, planos
inclinados para diferentes cálculos, instrumentos para predecir eclipses y
saber la órbita de la Tierra. Doce construcciones según los signos del zodíaco,
con la posición e inclinación adecuadas para observarlos según la época del
año. Podían servir incluso algunos de
estos instrumentos, para predecir la llegada de los monzones, suceso tan vital
en la vida de la India.
La precisión que ofrecen estos
aparatos es de un calibre pasmoso, más leyendo que los telescopios que podían
conocer en este tiempo eran muy rústicos, lo que demuestra la vocación
astronómica del maharajá y su saber exquisito, dado que fue él mismo quien hizo
el diseño de las diferentes estructuras. Su afán por estudiar el firmamento lo
llevó a construir cuatro más en otras ciudades del país, siendo el de Jaipur el
mejor conservado, gracias a dos restauraciones muy respetuosas, la última a
principios de 1900. Construidas con piedra o mármol y en algunos casos,
recubiertas de bronce, son inusitadamente grandes, para conseguir la máxima
exactitud.
Pasear por Jantar Mantar nos
ofrece un abanico de sensaciones: admiración, misterio, respeto, magia. Y
emoción por sentirnos polvo de estrellas, tal como Sawai Jai Singh II ya pudo intuir hace tres
siglos.
Texto y fotos, Virginia