jueves, 30 de mayo de 2019

Gatos en Croacia





Los gatos de Croacia presumen sabiéndose rodeados de monumentos. Con una prestancia muy suya deambulan por las ciudades adriáticas, indiferentes entre el Foro Romano de Zadar o apoyados en la esfinge sin nariz del Peristilo en Split. Igual cruzan las losas pulidas de cualquier lugar antiguo, duermen al sol cerca del Órgano Marino, se apostan bajo la roldana de un pozo medieval o entran al Templo de Júpiter como si fuera su casa.















No tienen estos gatos prejuicios de razas ni religiones. Lo mismo se dejan acariciar por un japonés que les saca treinta tomas en un segundo, que por una brasileña de gestos tiernos. El niño francés les hace carantoñas y la señora italiana le dice: “Oh, il mio caro bambino!” 





En la puerta de la iglesia ortodoxa de Dubrovnik se acurrucan unos con otros, bajo las murallas disponen de cestas y cajas para dormir y en Trogir se deslizan por los peldaños de su hermosa catedral. La Fuente de Onofrio tiene un gato a todas horas, ajeno a las muchedumbres que cada día inundan la ciudad, y en la entrada del magnífico San Donato de Zadar, duermen dos gatitos blancos, latiendo sus peluches algodonosos sobre los arquitrabes romanos.

















Los gatos croatas ni caso hacen de los turistas, con altiva indolencia caminan entre nosotros, suben una reja, escalan el muro de un jardín o se dejan pintar  en las paredes de Zagreb. Lánguidos como solo los felinos saben ser, igualmente descansan en los bancos centenarios del Palacio de los Rectores o se cuelan vertiginosos por los barrotes de un balcón renacentista.


Hay gatos en jardines, sobre un árbol, en los asombrosos subterráneos del Palacio de Diocleciano, asomados a un hueco, apostados en una esquina o trepando ágiles, entre la ropa tendida, a un ventanal  gótico. Ajenos a lo que les circunda, puede ser que en algún momento se dignen observarnos. A nosotros, visitantes de poca monta, que recorremos con prisas y agobios lo que ellos conocen con elegancia de siglos.










Los gatos de Croacia exhalan una sabiduría envidiable, la de ver la vida desde un lugar distinto al nuestro.

 Texto y fotos, Virginia