En Teguise nace la luz de
Lanzarote.
Luminosa, recorre entonces los
callejones y se para y se regodea en el parteluz de una ventana, en las
lucecitas tras las tejas, en el trasluz de una cortina, en el contraluz de la
puerta. La luz reluciente se pasea por las paredes y los muros, choca en las
aldabas, se cuela por las chimeneas, reluce en los cristales, abrillanta las
piedras y luce entre los adoquines. Haces de luz entran por los postigos
traslúcidos o por los tragaluces de las tejas, mientras, a lo lejos, los
volcanes envidian una luminosidad prohibida, tan ellos de fuego y lava.
La luz de Lanzarote nace en
Teguise.