Al
fin se dio cuenta que si apuntaba al cielo, no tendría ningún desengaño. Era
imprevisible, sí, pero honesto, hermoso, sincero, daba todo lo que tenía sin
pedir a cambio, podía ser luminoso, cálido, oscuro, abigarrado de conflictos,
pero estaba siempre allí, leal y eterno.
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