¡Quién iba a decir
hace veinte o treinta años que una montaña de basura inmensa se convertiría en
un parque plenamente ecológico! Una sorpresa mayúscula pasear por este rincón
de la ciudad, en general poco conocido y valorado (me incluyo), con un palmeral
que acoge cerca de 600 especies de todas partes del mundo, algunas en estado
crítico de extinción, además de otras muchas plantas muy curiosas.
Con un diseño cómodo y buenas explicaciones de los ejemplares,
se va accediendo a las distintas zonas, pasando por cascadas, miradores sobre
el mar, lagos y riachuelos, hasta el umbráculo donde están las especies que
precisan de más sombra y frescor.
Después de años de obras, varios parones y nuevos impulsos,
se abrió de forma oficial en 2015. Un lugar altamente recomendable, tranquilo,
cuidado y sostenible cien por cien.
Texto y fotos, Virgi