Corría campo a través cada mañana. Un día una mancha blanquecina
hizo que se agachara, era un diente. Tiempo después, su mirada alcanzó un
pedazo de hueso. Intrigado, en el amanecer ya no sólo corría, sino que
olfateaba el suelo como un sabueso.
Ahora sabe que corre por
encontrarse, va teniendo algunos trocitos de un costillar y también media
mandíbula.
Poco a poco se completa.
Texto y foto, Virgi