Sucedió un fenómeno extraño. Una
madrugada las tierras de los ricos amanecieron cubiertas de nieve, entretanto
las huertas de los labriegos seguían agostadas como en pleno verano. Se hizo
constar en las actas del pueblo que seguramente el cielo estaba de parte de los
primeros, por lo que los campesinos tomaron varias medidas.
La primera, anular cualquier
acción de la Iglesia. La segunda, plantar en las tierras de los poderosos. Y
con su sangre, regar los campos secos. Que sería llevar a cabo la tercera.
Aún se pueden cotejar las actas,
roídas por el tiempo y las inclemencias. De las tierras, los pobres y las cabezas
del resto, queda muy poco.
Texto y foto, Virginia