Encaramado en un
peñasco amesetado, Monsaraz es, para mi gusto, el pueblo más bonito de El
Alentejo y uno de los más vistosos de Portugal.
De una punta a la
otra, van la Rua Direita y la Rua de Santiago, dejando detrás el pórtico
arqueado, y al frente, el torreón del castillo. Otro par de calles paralelas a
éstas y ya tenemos el plano del emplazamiento. Pero no acaba aquí Monsaraz, si acaso
empieza.
Empieza porque hay
que dejarse llevar por esas cuatro travesías, sin rumbo, pues o acabamos en el
castillo, o acabamos en la Porta da Vila. Mientras, entretenimientos no nos
faltan. La Iglesia de Nuestra Señora de Lagoa (dentro se encuentra la tumba del
primer alcalde que tuvo el pueblo, en el s. XIII) y la de la Misericordia, el
antiguo hospital, el Museo de Arte Sacro y la picota medieval donde se
ajusticiaba a los condenados.
Casas blasonadas,
portadas fornidas, estrechos pasadizos, cantos rodados en el suelo, blancura en
las paredes contrastando con el ocre de la fortificación y con unos panoramas
alentejianos que se prolongan hasta Badajoz, del que dista poco más de media
hora.
Monsaraz forma parte de la línea defensiva portuguesa que, de norte a sur, se construyó frente a la vecindad española. Esa línea ha dado numerosos emplazamientos fortificados, que vale mucho la pena conocer, siendo éste el que mejor conserva las características de sus orígenes, sin variantes, íntegro en lo alto del risco. Desde alguno de los miradores podemos perder largo tiempo (y será de provecho) observando los campos de cultivo, los alcornoques y los olivos, la llanura que no acaba y el embalse de Alqueva, una presa de reciente construcción en el Guadiana, la mayor de Europa Occidental. Mientras el sol cae, tostando piedras y fachadas, vendría muy bien una cena a base de pulpo o bacalao, sin olvidarnos de los pasteles de nata, tan portugueses y tan ricos.
Con ese dulce regusto,
volvemos a cruzar el arco, esta vez para salir, llevando con nosotros calles
empedradas, albos muros, torreones y
murallas que se alejan despacio, entretanto nosotros los conservamos para
siempre.
Texto, Virginia
Fotografía de internet