domingo, 8 de diciembre de 2019

Corazones de barro






Es lo que son, justo eso. Válvulas terrosas latiendo al unísono para sostener la magia de los tozales, fenómenos geológicos de Los Monegros, estructuras especialmente frágiles, y aún así, erguidas y esbeltas en medio de planicies desérticas, solo alteradas por  cárcavas, pequeñas barranqueras, elevaciones mesetarias, y en medio de unas y otras, también algunas sorprendentes huertas muy bien cuidadas.



Esos ínfimos montículos de tierra son delicados, y al tacto se desmoronan con facilidad, pero sin embargo, contribuyen a formar la base de numerosas y variadas esculturas cuya cúspide suele estar protegida por arenisca, impidiendo que la lluvia acabe con sus pies de barro.



Los Tozales de la Ruta Jubierre ostentan franjas de colores ocres, rojizos, amarillentos, granates, casi blancos, recordando al Paisaje Lunar de Vilaflor o al Barranco de los Enamorados en Fuerteventura. Un paisaje cálido, como solo puede ser cuando millones de corazoncillos terrosos se unen para mantener lo que la naturaleza nos dona, un regalo de los suyos, otro más de los que estamos empeñados en que desaparezcan, sin atender a la labor generosa de nuestro planeta a lo largo de millones de años.


Los Tozales de Los Monegros, son faros en medio del paisaje, serenos y elegantes, confiados en que los corazones que los sustentan les darán la vida necesaria a través de su sangre, hecha de tiempo, tierra, agua y viento.


 Texto y fotos, Virginia