Cajas
de cartón, papeles marrones, musgos arrancados con suavidad. La ilusión de
hacer el belén se renovaba cada año. Figurillas de pintura desgastada, ovejas
con falta de alguna pata, cerditos entre hierbas para disimular los efectos del
tiempo, casas de corcho remendadas con alfileres.
Todo volvía a la vida y las estrellas platinadas lucían en un cielo de seda. Un
año no vimos al pescador del lago. Por más que registramos, no estaba en
ninguna caja. Parecía que los patos lo extrañaban, incluso aquél pingüino
insólito y cristalino en lo alto del risco, miraba por el recodo, esperando su
aparición.
Repasando los personajes, tampoco estaba la lavandera junto a la orilla.
Extrañados, revisamos uno por uno todos los personajes.
No nos habíamos percatado que la vara de San José era una caña de pescar y que
la Virgen abrigaba al Niño con las mantitas recién lavadas.
Texto y foto, Virginia