El perrillo alcahuete se alonga
a la ventana, seguro y asocadito. Por cumplir con sus menesteres, suelta algún que
otro ladrido, bien por un atrabanco de chico que lo aperruña al pasar, o por
cualsease otro zangalote desarretado dispuesto a jurungarlo.
Canelo y rabisquiento, se
lambucia de tanto en tanto, por si viene la perra bardina de los vecinos y lo
amorosa un fisco. Entonces se vuelve mansito, mansito, que hasta magua se
siente al verlo así abobancado.
Texto y foto, Virginia