He tenido alumnas que ahora ejercen de maestras, administrativas, enfermeras, doctoras, agricultoras, peluqueras, dependientas. Sin embargo, una de ellas tenía un sueño desde pequeña: tener una venta. Sí, ese era su máximo deseo, una venta en el pueblo de su infancia, en el lugar donde nació y creció. Tanto lo soñó y tanto empeño puso en conseguirlo, que desde hace unos años atiende a la vecindad con la mejor de las sonrisas, unos caramelos o una tacita de café.
Alicia, la pequeña
de ojos grandes, preciosa chiquilla que subía La Calzada de la mano de alguna
de sus amigas, quizás ya en esos tiempos quería leer, escribir, sumar, multiplicar,
solo para que crecieran sus sueños. En ellos había un don persistente y generoso
que iba dando forma a monedas, pesas, mostradores, horarios, envíos a
domicilio, anaqueles, congeladores.
La Ventita de Alicia ya es un
lugar de obligada visita si vas a La Zarza. Ha logrado un espacio encantador
donde puedes encontrar buena fruta, variados panes de Fasnia, regalitos de
última hora, queso muy rico, escobas para los patios, chacinas, verdura fresca,
sabroso pescado salado, productos de limpieza, granos, pastas, enlatados.
Su compañero, Carlos, apuntala esta labor con un buen hacer ejemplar. Ahí están ambos, dándole vida a un barrio donde estuve dieciséis años de maestra, tan jovencita yo y tan amorosamente aceptada. Para este nuevo año que se acerca, han impreso un calendario con varias fotos mías, de aquellos rincones que me cautivaron hace más de cuatro décadas, espacios entrañables y auténticos donde vivía gente como Alicia, para la que tener una venta en su pueblo es ahora la mejor de las profesiones.
Un corazón grande seguro que sí tiene, el mismo que late cuando entras en su
venta, La Ventita de Alicia.
este año que se acerca.