El miedo al lobo los hizo más inteligentes.
Entre los tres
construyeron una casa a pruebas de asaltos. El mayor vivía a ras de suelo, por
aquello de los años. El mediano, en el piso intermedio, se sentiría protegido,
¿no dicen que los hijos segundos arrastran alguna carencia? El más chico,
ligero como un gamo a pesar de ser cerdito, se acomodó en el más alto, con
vistas al río y la montaña.
El lobo no volvió a molestarlos, los vio muy bien
organizados.