Cruza la línea, sube a la acera, echa un vistazo al
rectángulo de luz, se apoya en la
escalera y salta al agua.
Nada como un cachalote, como un delfín, como una sirena, como
una morsa, como un pejeverde, como un pez volador.
Atraviesa el lago y vuelve.
Sube los peldaños rojos, mira un segundo el reflejo
luminoso, baja de la acera, traspasa la raya amarilla y se esfuma.
Así un día y otro y otro.
Texto y foto, Virgi
(Lago Michigan)