Me enteré hace muy poco que existían en El Tanque las
llamadas Eras del Volcán. Como nunca lo había oído y tengo predilección por
ellas, me puse a localizarlas. Nada más fácil, pegaditas a una calle del Barrio
Nuevo, pero a un nivel más bajo, existen seis eras, seis. Sí, un ejemplo que no
hemos de ver en ningún otro sitio y allí están, olvidadas de la mano de Dios,
con basura al lado, matorrales, una sombrilla herrumbrenta, pedazos de tubos y
trozos de platos, latas oxidadas, hierbas, brezos creciendo felices sin que
nada les estorbe.
Un trabajo de nuestros ascendientes, en una zona donde hubo numerosos
campos de cereal, ahí construyeron esos
círculos serenos, perfectamente empedrados, con radios y centros bien marcados.
Círculos que me llevan invariablemente a una sabiduría ancestral, a un
conocimiento equilibrado de la naturaleza y sus reglas, a un comportamiento
social que ya nos va quedando lejos.
Justo encima de las piedras volcánicas, plantificaron muros,
pasillos, elevaciones, eras grandes y eras medianas, todas a diferentes
alturas. Para no desaprovechar las tierras de cultivo, las hicieron sobre el
malpaís que regaló la explosión del volcán Trebejo (1706).
Más de un siglo y
más de dos tendrán estas eras que, silenciosas y resignadas, esperan por algo,
por alguien que las saque del olvido. Yo me pregunto ¿cómo un tesoro
etnográfico de este calibre se encuentra con tal grado de abandono? Ni un
cartel explicativo, ni una señal que prohíba la basura, ni un reconocimiento a
la labor de nuestros antepasados. Estoy segura que ellos las miran desde algún
lugar más cercano del que creemos y no consiguen entender tanta desidia.
Los líquenes entre las junturas hablan del tiempo pasado, las
piedras de la circunferencia nos dicen de ahínco y empeño, los muros reforzados cuentan
de ingeniería popular, la laja levemente elevada en el centro canta sin que la
queramos oír.
Ahí están Las Eras del Volcán, esperando una mano generosa,
una decisión drástica, una memoria inexcusable, un trabajo amoroso. Algo que
las ponga en el lugar que merecen, no en el geográfico, que ya son espléndidas
sobre la lava, sino en el puesto que nuestra historia de isleños sacrificados
merece.
Texto y fotos, Virgi
25 marzo 2018