Me lo tropecé en un callejón del barrio chino, cerca de donde vivo. Según supe después, llevaba años transitando aquellos lugares. Con su camisa roja y zapatos Clarks, era inconfundible. Yo, que siempre había estado enamorada de antihéroes como él, no me puedo perdonar ahora, cuando ya no tengo esperanzas de que sus ojos se crucen con los míos, no haberlo encontrado antes.
Sólo me queda verlo recortado sobre las hojas impresas, con su andar elegante y sus recursos de investigador privado. Bueno, si tal vez tuviera yo una enajenada historia de delirios y fantasmas, espíritus y monstruos, podría llamar a su puerta, Craven Road, 7:
_ Sr. Dylan Dog, ¿puedo pasar un momento?. ¿Es usted el Detective de lo Oculto?
_ Pues sí, pero no resuelvo simples pesadillas, únicamente si son en verdad terroríficas.
Así que tendré que esmerarme en mis sueños y convertirlos en horribles. Creo que será la manera de entrar en su vida de papel, tinta y ficción.
4 comentarios:
Muy bueno el final. Esa difusa frontera entre realidad y ficciôn te quedô clavada.
Gracias por tu paso y tu comentario.
Un abrazo
a veces tenemos que hacer pajaritas con el papel de los sueños, para que parezcan más reales...
:)
Besos
Fertil lugar el de los sueños...
enhorabuena...
Un abrazo (no de papel) para los tres: Eva, Kat, Ignasi, por la visita.
¡Muak!
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