martes, 14 de abril de 2009

Cumpleaños

Llovía como un mar que cayera del cielo. Una lluvia perenne, de gotas consistentes y casi pegadas unas a otras. Yo iba al cumpleaños de una amiga. Salía de comprar un regalo en una tienda muy chic. Mi cabellera era una sucesión de rizos, nudos y mechas, recién creados. Rara vez llevaba medias y zapatos de aguja, pero ese día me quería sentir la más elegante entre las chicas del grupo.
La lluvia había comenzado por la mañana, una fina llovizna que más parecía polvo mojado y que, lentamente, se había convertido en una cascada imperturbable, una pantalla líquida y continua.
Tropecé en el bordillo de la acera, mis medias se quebraron, el regalo se manchó como un cuadro expresionista. La chaquetilla ligera que me cubría era como papel mojado. Siempre me había gustado la lluvia, pero en aquellos momentos la odiaba.
Necesitaba un baño, arreglarme un poco, conseguir un paraguas en cualquier tienda al paso. Entré en un centro comercial, busqué unos servicios. Todo el malhumor que sentía desapareció de golpe. El baño era un lugar limpísimo, los lavabos, virginales como una flor recién abierta. ¿Quién cuidaba de aquel lugar con tanto amor? Flotaba un aroma a jabón antiguo que me recordó las sábanas al sol de mi infancia. Incapaz de manchar nada de aquella blancura que se me ofrecía generosamente, olvidé para qué había entrado.
Salí de nuevo a la calle, la lluvia continuaba, tenaz y serena. Tiré el regalo en una papelera, la chaquetilla empapada la colgué en un semáforo. Miré con picardía como las zapatillas, rojas y sensuales, flotaban en un charco de agua. Apoyada en un graffitti, me despojé de las medias, la falda, la blusa y la ropa interior.
Olvidé la cita, el cumpleaños, las amigas.
Con el bolso en bandolera, canté y corrí bajo la lluvia.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué genialidad, y qué belleza de texto!
En una ocasiôn hice eso mismo, tal y como lo relatas, solo que no iba a un cumple sino a cenar con unos amigos, y les dije que habîa caîdo enferma... aunque luego acudiera para tomar el café y el postre.
Aplausos!
y un beso

La sonrisa de Hiperion dijo...

Estupendo blog el tuyo.

Saludos y buen fin de semana.

Haideé Iglesias dijo...

Espejos de nosotros mismos, vaciado por el blanco inmaculado de esos lavabos, paradójico que una haya de encontrarse con lo que realmente importa en un lugar en el que supuestamente nos vaciamos de algo que no nos gusta... si, pero precisamente eso es lo que tenemos que aceptar, lo que no nos gusta porque ello forma parte de nosotros mismos... Me gusta verte limpia, ligera e imperturbable en medio del tumulto de un graffitti, ese que desconoce la libertad por eso pinta su desdicha...
Un abrazo leve :)

edgar dijo...

Seguirte siempre es una sorpresa. Me hubiera gustado correr tras de ti.

virgi dijo...

Una alegría que me visiten y me mimen así. Gracias primaverales para los cuatro: Eva, Hiperión, Haideé, Edgar.

Fernando García Pañeda dijo...

Este relato es como ese baño de blancura.
Sin duda, la lluvia fue la gran beneficiada ;)
Un saludo.

virgi dijo...

Lindos comentarios los tuyos, Fernando, gracias.