En la Galería Nacional de Washington, acompañados por los retratos del Sr. Mellon y otros artífices generosos y visionarios del museo, duermen los vagabundos.
Me acomodo en una esquina y entre la ternura del sueño compartido y lo incomprensible de la situación, duermo unos instantes.
Vigilan nuestro sueño los rostros aristocráticos de aquellos americanos que supieron entender lo que era contribuir al crecimiento de un país, llenando de arte las salas de un edificio cuya entrada se basa en el Panteón de Roma.
Y en ese ámbito de arte y riqueza, los vagabundos reposan tranquilos y cálidos, en sillones de cuero, rodeados de cuadros, alfombras, lámparas de araña y controles de seguridad.
Después de Vermeer, Leonardo, Giotto, van der Weyden y Giorgione, Matisse y Rothko, me tumbo en un sofá y me siento tan acompañada como si estuviera en mi propia casa.
2 comentarios:
Aunque cambiaste la entrada y se suprimió mi comentario, vuelvo a escribirte. Me gusta tu blog.
¡Qué constancia! Me ilusiona tu seguimiento, gracias Edgar.
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