Ardía el mediodía y la ciudad estaba casi desierta. Tenía que coger el tren hacia K. y no sabía exactamente cuál era el andén. Mientras buscaba algún punto de información, me distraje al ver un rincón donde ordenaban los rótulos de los trenes. Entretenida en jugar con los números y las letras de un idioma desconocido y complicado, abrigada en una sombra que me protegía del calor que aplastaba la ciudad, abandoné la idea de para qué estaba allí, absorta en uno de mis pasatiempos preferidos. En el reducido espacio donde me encontraba, sólo oía el sonido de letras y cantidades, saltando, jugando, intercambiándose entre ellas.
Yo iba a K. para asistir a aun congreso sobre "Códigos subliminales en la Pintura y la Literatura", un título muy sugerente, así que aquel lugar y aquel momento tenían también algo de la magia que desde siempre me había interesado. Entre fardos y cajas olvidadas, me senté. Ya no recordé más la conferencia, ni la urgencia del viaje, ni los trenes que zumbaban cerca, avisando de su marcha.
Me vino a la mente un episodio similar de mi vida que ya había relatado, "Cumpleaños", y tampoco quise perder el momento. Por mi mente desfilaban los números, acompañados de Pitágoras, Duchamp, Enzensberger, Fibonacci, Novela de ajedrez de Zweig, Newton, Hipatía, Rauschenberg...
Acompañándome en una ciudad desconocida, los carteles me daban los códigos que la humanidad había conquistado a través de los siglos y el conocimiento. Y yo, sentada entre paquetes desgastados y soñolientos, maquinaba con los números y los casaba con las letras, y pensaba en polígonos y segmentos, en cubos y paralelas; buscaba primos, triangulares, pares, impares.
Pasé así un tiempo indefinido, extraviada dulcemente en una selva frondosa de dígitos y letras, mientras los trenes partían y llegaban. Lejos, en K. el congreso se desarrollaba con éxito, incluso mi intervención, que tuve que hacerla por video conferencia, acomodada entre los bultos mugrientos y perdidos que nadie reclamó nunca.
(Letreros y lavabos en la estación Nyugati, Budapest)
5 comentarios:
¡Vaya, que no te pierdes una oportunidad! Reales o imaginarias, las desarrollas muy bien, por eso estoy aquí.
Cambiar todos los números de sitio, todas las direcciones de los paquetes, todos los nombres y los códigos postales, y no volver a llamar destino a la sorpresa.
Exactamente, encontraste la simbologia que te hizo estar en K sin haber tenido que estar pendiente de tomar el tren... esa es la magia de los símbolos, de los cídigos, que consiguen que seamos y estemos, sin más... uno que me fascina, phi...
Besos en phi
Pues eso, sí, que les agradezco sus impresiones, un empuje para mi.
Edgar: una pena no tengas blog para devolver tus visitas.
Xuan: Buena idea la de "no volver a llamar destino a la sorpresa". Un pensamiento a considerar.
Haideé: ¡Qué bien que nombres phi! Un número muy sugerente lleno de personalidad, vida e historia. Besos de circunferencia.
retcresh
Es el código que me permite estar aquí :)
Como dice Xuan, más sorpresa que destino.
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