Este valle de construcciones alargadas, tejados con líquenes y reducidos sembradíos, posee uno de los tesoros etnográficos más importantes de la isla: el quehacer de las alfareras elaborando las vasijas que se han usado en La Gomera desde antes de la conquista. Un oficio realizado solo por mujeres, mantenido de generación en generación hasta nuestros días.
Con técnicas precolombinas, las loceras de El Cercado elaboran variados tipos de piezas todas con el mismo procedimiento e idénticos materiales. El barro o el almagre necesario se suele extraer de diferentes lugares, estando unos más cerca que otros (Temocodá, Igualero, Alajeró) para luego procesarlo según técnicas muy experimentadas: secado, majado, cernido, mezclado. Más tarde se amasa y se le da forma manualmente, sin torno y usando un callao para pulirlo. Métodos todos muy parecidos a los que se han usado en el resto de las islas.Los gánigos, tostadores, braseros, tarros de ordeñar, lebrillos, tallas para conservar fresca el agua, tenían el sello particular de una artesana experimentada. Según nos contó y he leído posteriormente, las piezas elaboradas por ella y otras mujeres de El Cercado las usaban como moneda de cambio para adquirir alimentos, recorriendo la isla con las alforjas atestadas de piezas, colocadas con mimo no fuera a quebrarse alguna.
Ahora, por suerte, la cerámica se vende a buenos precios, valorada según se merece, como el carabuco, un recipiente con dos asas que se usaba para recoger la leche del ordeño, uno de los más clásicos de El Cercado.
A un par de kilómetros se encuentra Chipude, antaño centro del municipio, y topónimo que da también nombre a la mítica Fortaleza, una montaña imponente de cima plana con connotaciones sagradas debido a valiosos hallazgos arqueológicos: aras rituales, cabañas pastoriles y otras muestras interesantes de la vida y las costumbres de los gomeros precoloniales.
Nombrada Argodey por los indígenas, es el producto de una erupción volcánica erosionada posteriormente a lo largo de miles de años, adquiriendo una forma redonda muy sugestiva, todo un referente geológico, histórico y paisajístico. Fue don Juan Bethencourt Alfonso uno de los primeros en estudiar la prehistoria insular en este domo singular, poseedor de numerosos restos en el tiempo en que la conoció y estudió a fondo.
No sé si encontraría piezas de barro, pero a buen seguro serían muy similares a las que actualmente fabrican las artesanas de El Cercado, mezclando el agua y el barro que llevan en los genes, materiales primordiales de los que al fin estamos hechos. Vestigios de una tradición digna del mayor y mejor de los méritos, un legado apasionante del que enorgullecernos.
Igualmente, mucho podríamos aprender si nos llegamos hasta el Centro de Interpretación Las Loceras, muy completo e instructivo, en el centro mismo del pueblo, sosegado rincón como tantos en esta isla.