martes, 1 de octubre de 2019

VOCES XLI



Tan ratiño pa’ sus cosas, que se enguruñaba en el catre y no le veías ni el totizo. Siempre andaba como esmorecido y aparte de retaco, era un golifiento. Si le daba la venada, preguntaba de esta y aquél, pero sobre sí mismo, apenitas. Y pa’ un convite,  ya le digo, se apretuñaba el bolsillo y no soltaba ni medio duro. Encima, era un ñanga y un pejiguera, como decía mi padre: “Chiquito enjergo este pendejo”.

Un día le dio un mal aire y se quedó sarsaliando, con las bembas encarnadas y un zarpullido en los brazos. Nos dijo que había sido por unos chochos y unas sardinas saladas en la venta de seña Rosa. Más bien pensamos que era de los chingos de vinote viejo con gofio ácido que tenía en la alacena, ¡cruz, perro maldito, vaya un hombre trafullero!




 Texto y fotos, Virginia
 Casa en el sur
 Venta en La Aldea de San Nicolás