En medio de Fuerteventura, la
planicie roja cercana al municipio de Antigua esconde una delicada sorpresa,
protegida tras una alba barbacana al borde de la carretera. Es la ermita de La
Ampuyenta, que mira al poniente desde 1681, tan tímida, que solo después de
varios intentos infructuosos, pudimos al fin entrar en ella y contemplar los
tesoros que esconde.
Fundada por Agustina de
Bethancourt y Pedro Medina, guarda una serie de pinturas murales nada comunes
en las islas, la mayoría de ellas de principios del s.XVIII y relacionadas con
el patrón de la iglesia, San Pedro de Alcántara, canonizado en 1669, reformador
de la orden franciscana y colaborador de Santa Teresa.
Declarada Bien de Interés
Cultural en noviembre de 1990, el primer vistazo desde la puerta ya impresiona.
La única nave que posee, está recubierta de lienzos desde el techo hasta más de
media pared, con escenas donde el santo suele estar presente.
Según avanzamos, deslumbra el
altar mayor y el presbiterio, pintados por completo, un púlpito considerado de los
mejores de la isla, un coro de tea sobre la puerta de entrada, las puertas
policromadas de la sacristía. Leí posteriormente, que tres de los óleos del
altar mayor podrían ser del pintor grancanario Juan de Miranda (1723-1805),
afamado artista que tiene obra en museos, iglesias y casas privadas de
Canarias.
La capilla sixtina majorera,
según la llaman, contempla las gavias rojizas, el curvilíneo horizonte
volcánico y los llanos majoreros en silencio, igual que la propia isla,
callada, sabia y sufriente. Entrar en ella es una experiencia radiante, a la
par que conmovedora. No dejes de vivirla.