lunes, 9 de enero de 2017

Voces XIX



Desde la pericosa del nisperero lo columbra todo; allí se encuentra segura, aunque algo desarbolada y cancaniando, eso sí, porque ya no es la monifata que trepaba ágil por los árboles. Al menos ahí tiene su rinconcito, aunque luego el afrentoso del primo (¡chiquito macharengo!) le alegue que si no llenó el bernegal, que si por su culpa no pudo echarse un buche fresco, que si está flaca como un calacimbre...en fin, un velillo, el condenado.
Mientras, ella, con su balayo, espera trincar un buen ramillete de nísperos bien acotejaditos y lambuciarlos hasta darse una jartada.
Desinquieta como es, va y se estampa un gajo en todo el cachete por mirar una coruja asocada en las pencas, ¡qué tortolina! Casi le da un fatuto, pero echadilla pa' lante como siempre ha sido, se olvida del totufo, se limpia las bembas, y la primera marañuela que encuentra, se la echa al cogote, allí donde el suéter está medio desvarado.
Camina sobre el granzón, corre por al barrilla y, agoniada porque se hacen las horas, se echa en el catre, aboyada de tanta comilona, sin jilorio alguno ni cosa que se le parezca.







Para Tanci, que me inspira estas cosas nuestras.

Texto y fotos, Virgi