Empeñada en desentrañar una trama original y fantasiosa,
donde la irrealidad se hace más palpable de lo que desearíamos y menos lejana
de lo que creemos, me olvidé del mundo durante dos ratos que se me hicieron
cortísimos. Quizá esa ansiedad no habrá sido lo más conveniente para leer
entre líneas las numerosas y contundentes frases, que como quien no quiere la
cosa, va enhebrando el autor en la historia.
Un joven, especialista en recoger datos meteorológicos,
arriba a una pequeña isla perdida en el hemisferio sur. Viene de ser
revolucionario en Irlanda y necesita un tiempo de paz y reflexión. No tendrá
nada de eso, ya la primera noche aparecen unos seres extraños y peligrosos que
le darán la vuelta a sus planes y de los que sólo con la complicidad de un
hosco farero podrá defenderse.
La novela atrapa desde el principio, rápida, rápida, y el
joven en su enfrentamiento con los “otros”, ha de entenderlos y hasta quizá,
aceptarlos.
Alberto Sánchez Piñol (Barcelona, 1965, Premio Ojo
Crítico 2003) nos hace galopar de una punta a otra de la isla, sin dejar de
lado pensamientos, sexo, supervivencia, misterio, suspense, mientras el faro,
vigía, castillo y útero protector, alumbra únicamente los contornos del islote.
El escenario es tenebroso, sin horizonte posible, una
especie de locura interminable donde todo nos parece improbable y a la vez
posible. Un encuentro de ambas posibilidades donde un tercer personaje,
distinto, sensual, frío y más cercano de lo previsto, nos conduce al plano de los sentimientos y a la
incoherencia de nuestras emociones y deseos en situaciones límite. El afán que
normalmente nos lleva a ponernos del lado del protagonista, cobra aquí una
fuerza mayor, sin que podamos despejar las incertidumbres que sufre una y otra
vez, atrapado en una madeja donde los hilos nos muestran principios y finales
distintos a los esperados.
Relacionada, para mí, con Shutter Island, Robinsón Crusoe
o El corazón del bosque, La piel fría me ha producido esa deseable sensación de
querer y no querer acabarla. Ese estado casi febril que aparece tener cuando
tomamos un libro y al deslizar la vista por sus primeros párrafos, ya sentimos
sólo lo que le sucede al protagonista, anhelando únicamente sus deseos, soñando
con él sus sueños.
Fotos y texto, Virgi