miércoles, 2 de octubre de 2024

La sábana de mi madre

La sábana que me regaló mi madre hace más de tres décadas, se ve zurcida, bordada, recosida.

A pesar de la fragilidad, pues cualquier roce la quiebra, es mi favorita. No aguantará mucho, pero cuando la pongo pienso en mi madre y en los tiempos en que se usaban para remendar otras, partirlas en trozos y en tiras, disfrazarse de fantasma o tapar un espejo cuando los relámpagos andaban cerca. Al cubrirme con ella, me vienen historias de infancia, lluvia, colorines, parchís, noches de frío, gente pasando por la calle mientras la cama me protegía como una cueva primitiva.

Sábanas así ya no las encuentro, por eso la conservo, bordada con puntadas de colores como un cielo a punto de resquebrajarse. 

Mi gato no conoce esas historias, pero con su olfato especial algo debe oler que lo lleva a dormir sobre la sábana de mi madre con la misma placidez con que se embelesaba la niña que fui.




Texto y foto, Virginia