Castillo de Salobreña, sobre un
peñasco al que en tiempos antiguos llegaba el mar. Fortaleza en el s. X, aún
conserva curiosidades de esa época, como trozos de un palacio nazarí y otra
huellas de usos posteriores, ya que fue reformado por musulmanes y cristianos.
La vista alcanza toda la vega, picos nevados de Sierra Nevada y en días claros
se puede divisar también la costa africana. A sus pies, chirimoyas, plátanos, mangos,
aguacates, regalos tropicales de la costa granadina.
Alongada entre las almenas volví a sentir cuán poco hemos evolucionado,
a pesar del móvil en el bolsillo, la tableta bajo el brazo y el coche eléctrico
esperando junto al foso.
Yo enredada en esos pensamientos,
y allá arriba, bien tranquilas, nubes pachorrudas que ya lo han visto todo,
cruzaban indolentes, para qué preocuparse por las estupideces terrenales.
Texto y fotos, Virginia