En mi época de pasión por el cielo, el término “años luz”, me evocaba estrellas y constelaciones, fulgores lejanos e incomprensibles, distancias infinitas y, sobre todo la pequeñez del ser humano frente al grandioso universo.
Con James Salter (1925), vengo a comprobar que en su libro Años luz, también habla del trecho enorme que nos separa a los humanos unos de otros, aún cuando anidemos en el amor.
Los Berland, una pareja bien situada con dos hijas y una
hermosa casa, disfrutan con la luz que ese pequeño sistema planetario reparte
para todos. Mas, la distancia que hay entre Viri y Nedra es tan grande como
para no poder acercarse uno a otra.
Años luz es un quiebro sereno a la aparente estabilidad de
nuestro universo familiar, una fotografía de amplio espectro para captar la
explosión lenta de una relación que nos regala sus luces sabiendo que las
sombras también nos alcanzarán.
Irene Nemirovski (1903-1942) no habla aquí de luces
poderosas, no. Habla de una mujer que, en su empeño de no bajar del escalón
social al que ha llegado, bella, rica y joven, manipula a quienes la rodean en
pos de una admiración perenne, como aquella Jezabel bíblica. En ese uso
continuado de los demás, enamora a un joven, casi un niño, y se la acusa de su
muerte. Quién es el chico o cómo la conoce, son datos que se desvelarán tardíamente, mientras la vorágine de la existencia devora el deseo de vivir.
La escritora, como en otras de sus obras, refleja parte de su vida antes de ser asesinada en un campo de exterminio. La alta burguesía europea de entreguerras, viajera, casi siempre ociosa y culta, inmersa en fiestas y conciertos, emerge en esta pequeña historia, concisa, afilada y luminosa, una estrella más en la órbita de la escritora.
La escritora, como en otras de sus obras, refleja parte de su vida antes de ser asesinada en un campo de exterminio. La alta burguesía europea de entreguerras, viajera, casi siempre ociosa y culta, inmersa en fiestas y conciertos, emerge en esta pequeña historia, concisa, afilada y luminosa, una estrella más en la órbita de la escritora.
Foto y texto, Virgi