Veo una playa y niños que juegan.
Las olas les bañan las piernas y las ropas.
No parecen niños de mar, más bien niños de tierra descubriendo la sal y las blancas ondas.
Recuerdo los veranos de mi infancia junto al océano.
El viento que volaba los sombreros, sombreros que duraban meses y años, bañadores que tenías desde los cinco años hasta los diez, estirándose, estirándose.
Igual se alargaban los días, entre charcos, burgados y pequeñas barcas que pintaban cada año. Los pescadores iban descalzos, secando con fruición el fondo de sus lanchas y a la sombra de los riscos, cosían las redes, aceitando nasas y pandorgas.
Entretejían los trasmallos, limpiaban los mirafondos, reviraban piedras buscando carnada.
Nosotros, saltando de piedra en piedra, cogíamos bucios, pejes verdes, tímidos cangrejillos y lisas veloces que se escurrían entre los dedos.
Al caer la tarde, mi hermana sacaba una guitarra y todos reíamos alegres, mientras la sal nos arañaba la piel y la única bombilla existente languidecía en la noche.
Los niños de esta playa parece que descubren ese piélago infinito del que hablo. Me gustaría saber si alguno de ellos pudo haber sido el abuelo que construyó nuestra casa junto al mar.
Las olas les bañan las piernas y las ropas.
No parecen niños de mar, más bien niños de tierra descubriendo la sal y las blancas ondas.
Recuerdo los veranos de mi infancia junto al océano.
El viento que volaba los sombreros, sombreros que duraban meses y años, bañadores que tenías desde los cinco años hasta los diez, estirándose, estirándose.
Igual se alargaban los días, entre charcos, burgados y pequeñas barcas que pintaban cada año. Los pescadores iban descalzos, secando con fruición el fondo de sus lanchas y a la sombra de los riscos, cosían las redes, aceitando nasas y pandorgas.
Entretejían los trasmallos, limpiaban los mirafondos, reviraban piedras buscando carnada.
Nosotros, saltando de piedra en piedra, cogíamos bucios, pejes verdes, tímidos cangrejillos y lisas veloces que se escurrían entre los dedos.
Al caer la tarde, mi hermana sacaba una guitarra y todos reíamos alegres, mientras la sal nos arañaba la piel y la única bombilla existente languidecía en la noche.
Los niños de esta playa parece que descubren ese piélago infinito del que hablo. Me gustaría saber si alguno de ellos pudo haber sido el abuelo que construyó nuestra casa junto al mar.
(Winslow Homer, Escena de playa, c. 1869
Museo Thyssen Bornemisza)
29 comentarios:
El cuadro es precioso.
Y tu texto remuza tu nostalgia perfectamente.
La infancia es un playa, la de todo lo añorado.
Un beso.
Por la otra orilla, la Mediterrànea, pintaba también atardeceres de playa similares, resbalando por el tinte impresionista del instante y con las manos para impedir dejar volar los sombreros y las pamelas.
Infancias de sal y de brea, de atardecederes también con el sonido de fondo de las guitarras, de olas de sal y de un mar sereno o embravecido.
Buscando carrencs, y caracolas, petxinas, amontonando la infancia.
en nuestro Mare Nostrum.
Maravilloso instante, maravillosos y tiernos recuerdos los de la infancia que de tu mano nos columpian a la nostalgia.
Un beso
Impresionante texto que se clava en la memoria del universo entero.
La pintura es magnífica Virgi.
Un regalo generoso y sutil para un jueves que lo necesitaba.
Muchos besos amiga!
Athena, ¡qué lindo lo de "la infancia es una playa", gracias a tu inspiración, besos salados.
Los que disfrutamos del mar en la infancia, tenemos una parcela común. Ya veo que me comprendes, querida Eva, aunque no sé que son "carrencs" ni "petxinas".
Un abrazo entre algas.
Carmen, una satisfacción que te haya caído tan bien esta entrada. A ti...¡con lo que cuelgas de arte y nos haces aprender continuamente!
Besos de olas con estrellas marinas.
Me ha gustado especialmente lo de "niños de tierra".
La playa un lugar para el juego y la imaginacion infantil.
Tambien el recuerdo de una epoca que en sus formas no volvera.
El Homer excelente
Sí, el Homer es precioso y muy luminoso. Me alegra te haya gustado.
Un abrazo, Jorge, sigo tus huellas en la arena.
Hola Jin, gracias por tu comentario de esta entrada en la anterior.
Sí, vivo cerca del mar y voy mucho. El texto es real, mis veranos de infancia.
Besos salados y soleados
que bien lo has relatao
saludos.
Un cometario para otro lugar.
En este mundo existen por doquier demasiados pozos profundos y oscuros.
Irán, China, Corea, Venezuela, Cuba, Italia, Rusia,...
En los que aquellos que detentan el poder hacen invisible a la gente que humillan y destruyen.
Y todo en nombre de falsos dioses que no conocemos realmente.
Alá, los marcianos, el dinero, el socialismo, el desarrollo sostenible...Internet.
Somos creyentes por naturaleza.
Me traes sensaciones poco conocidas para mi, pero logras meterme en él, muy poético.
W. Homer exquisito, ya había reparado en él en el museo.
Un abrazo
Gracias por tu visita!. me ha permitido el placer de descubrirte.
Mis veranos de infancia también se quedaron prendidos de un mar .
Una sonrisa salada
Me has hecho saltar lágrimas saladas. Es tan corto el amor, y tan largo el olvido...
gracias
niños de tierra
niños de mar
me pregunto de cuáles fui yo
supongo que dependía de la estación del año
niña pez, un abrazo
Qué lindo oeinzo Virgi y qué bellas tus evocaciones
El mar, más que la playa, siempre me ha fascinado. Cuando era niña, me gusta subir a la azotea de la casa de mis padres y quedarme ahí, solo escuchando el romper de las olas; era algo que me producía una fascinación inexplicable; no podía dejar pensar en los grandes misterios que ese mar guardaba y elucubrar en los muchos secretos que se había llevado para siempre, hasta lo más hondo de su profundidad. Y quizá por eso, contra la lógica más elemental, para aquella niña que fui, mientras el cielo era el límite... el mar representaba la inmensidad.
Un beso
virgi dijo...
Un abrazo, Antonio...¡buen fin de semana! (mejor que sea perfecto)
Federico, una alegría tu visita. Te devuelvo mis pensamientos.
Como siempre Edgar, un placer verte aquí. Una pena no devolvértela.
Sonrisas y palabras de sal y sol para ti, Iliamehoy, gracias por venir.
¡Ah, eterno Neruda! Me has traído mi años colgada de "Residencia en la tierra". Besos en el columpio, Alfonso
20 de junio de 2009 9:19
Encantadora escena la que relatas... Por la sensibilidad a flor de piel
Saludos!
¡Qué bonito lo de "niña pez"! besitos, Aroa, con escamas, si quieres.
Marichuy, nunca hubiera pensado que el cielo era el límite, esas sensibilidades de la infancia son maravillosas, gracias.
Un abrazo de océano para ti, Hiperión.
Virgi, volví de nuevo para darte este link, verás mucho de Homer:
http://www.nga.gov/feature/homer
Espero te guste, un abrazo
Parecen como dices niños bien de ciudad por primera vez en la playa.
Un hermoso cuadro y un relato poético espléndido.
Saludos
Espléndido relato de recuerdos infantiles a la luz de un cuadro.
Quizás esos recuerdos sean los que nos hacer disfrutar del arte.
Besos.
Edgar, he entrado en esa página y me he perdido en ella, disfrutando.
He visto a Homer en la NGA, pero recordaba muy pocos de los que, gracias a ti, he saboreado. Gracias miles
Enrique, Ybris: hermosa sorpresa tenerlos juntos visitándome. Gracias por vuestras palabras, en este espacio y en el les sigo.
Un abrazo enorme
Muchos cuadros nos reflejan nuestras vivencias. En este caso la playa es especular y, si me apuras, fantasmagórica (la mujer reflejada de la derecha junto a la chica agachada con una especie de correa, ¿dónde esta?).
Precioso cuadro, pero más bonito todavía es el texto y ese estar en la playa de niño, como tú lo describes.
¡Y qué bonito todo ese lenguaje marinero!
Yo soy un niño de tierra, lo reconozco. De tierra adentro
Yo tb soy niña de tierra adentro, al menos nací tierra adentro, pero me gusta ver y sentir el mar al menos una vez al año. Es como abrir una ventana y respirar.
Qué recuerdos me has hecho encontrar! Gracias.
Ver más allá de lo se ve normalmente no es fácil. Un abrazo a tu sensibilidad, Tempero.
Miguel, entre mar y tierra nos movemos y las palabras unen esos mundos que se complementan.
Un beso, que te sigo.
Pues tal como luces en tu foto, podrías ser una de esas niñas que juegan felices con la arena y las olas. Gracias, Sue
Gracias Virgi, he crecido cerca del mar y tu descripción de esas tardes me ha trasladado a mi infancia,buscando cangrejos en la orilla y contemplando el reflejo del sol de ultima hora en el agua...
:)
Ya veo que mejoras, Kat, te imagino con tus pies entre la arena y los charcos. Un beso, gracias
Pienso que todos aquellos con los que compartimos experiencias en el tiempo son nuestros abuelos.
Aunque, por supuesto, ninguno como aquél que tuvo el amor de construir una casa junto al mar para su gente.
Un beso.
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