domingo, 8 de junio de 2025

Era de la Abejera

Recordando una caminata de hace ocho años, larga, larga, pero magnífica.


Tendré que volver a la Era de la Abejera, echarme sobre las lajas, olisquear en las rendijas de las piedras, contemplar las estrellas en la noche fría de la montaña. Una chirrera brincará entre las jaras y las altabacas, los capirotes y los petirrojos querrán picotear algún fruto seco que habré dejado a los lagartos. Quizás vea las Pléyades, esas de las que me enamoré tiempo ha, queriendo tatuármelas en un hombro (sin valor para hacerlo al fin), polvo de ellas que soy, de las que los campesinos decían: “Por san Andrés vienen las cabrillas a beber”.

 

Allí arrumbada, me cantarán las piedras sones antiguos, el relente enfriará mis pies andarines y no dormiré, soñando que duermo sobre una era, mientras el sueño será que las lajas y las estrellas acarician mi cuerpo dormido. Y en el sueño que va y viene, ni duermo ni sueño, solo existo un corto tiempo sobre la historia de los antiguos. Soñar y dormir, dormir y soñar, repeticiones sin fin, sin orden ni concierto, pero ¿qué más da? Allí he de estar, con mi cuerpo dormido y soñando, levitando sobre la Era de la Abejera.




Texto y foto, Virginia

 

viernes, 6 de junio de 2025

Sin problema

Romeo tiene muchos recursos. Es joven, ágil y no tiene miedo. Si la familia de Julieta cerró el balcón, ya sabe por dónde ha de entrar.





Texto y foto, Virginia

miércoles, 4 de junio de 2025

Reseña generosa


Ana Garcia-Ramos, pintora, escritora, amiga magnánima, me hace un regalo más que precioso. Gracias, gracias, gracias.



Asistiremos en unos días a la presentación de "Un lugar donde soñar II". Una nueva recopilación de textos en los que su autora, Virginia González Dorta, nos vuelve a compartir sus hermosas descripciones acerca de los lugares a los que su infatigable curiosidad la ha llevado.
Convencida de que todos ellos son merecedores de una visita, considero que por sí solo, el poder descriptivo y evocador que tiene su prosa, es capaz de transportarnos hasta cada uno de los enclaves que relata sin la necesidad de movernos, tal es su destreza en estimular nuestra imaginación.
Virginia tiene el don de contarnos y hacernos partícipes de las emociones que ella experimenta. Su mirada recala en lo insólito, se rinde ante hallazgos ancestrales, se asombra ante el peso de la historia, la sobrecoge el arte y, ante tanta grandilocuencia, vemos que le apasiona igualmente nuestro paisaje isleño, sucumbiendo también al encanto de una sencilla era en desuso o al misterio de una construcción en absoluto abandono.
Tanto en lo monumental, como en lo más simple, tal vez ella busque lo mismo; la huella de los seres que los crearon, rastros que la ayuden a vislumbrar los afanes y sentires de quienes nos precedieron. El esfuerzo de conectar con ellos, atestigua que lo suyo no sólo es un transitar por el espacio sino que también es un transportarse en el tiempo.
A ustedes les invito a que se dejen llevar por los viajes que Virginia nos propone, a ella la invito y le ruego, que siga haciéndonos soñar.



Texto y foto, Ana García-Ramos